Este sábado vamos con un par de videos musicales bastante tranqui, que vienen muy bien como para bajar un cambio y comenzar el fin de semana mucho más relajado.
Empezamos con una gran canción de Coldplay, Yellow.
Continuamos con otro buen tema de Keane, Everybody’s Changing.
Y para cerrar, otro buen tema de The Verve, Bittersweet Symphony.
Retomamos esta sección de Persiana Americana, para criticar en contra de algunas canciones que sacan nuestro costado más intolerante y hacen que nos deprimamos un poco al escucharlas.
Hoy vamos con "Nothing Else Matters", de Metallica. Esta canción me molesta bastante, sobre todo por el espantoso estribillo que tiene. Y más me molesta la horrible versión en vivo de esta canción, interpretada por los violines de la Sinfónica de San Francisco.
Aprovechando esta sección, en la que puedo criticar con total libertad, pido la censura definitiva de esta canción.
Volvemos con esta popular sección de Persiana Americana, para conocer que ha ocurrido con ciertos personajes de la órbita de los medios, de los que no se posee información actual.
Para seguir con esta sección, hoy vamos con Cecilia Dopazo, quien supo tener su momento de gloria en los ’90, con la serie Mi Cuñado, pero posteriormente, no se tuvieron más noticias sobre su paradero.
Cualquier persona que tenga alguna información sobre esta mujer, puede aportar sus comentarios.
Los rugbiers sólo utilizan suéteres marca Kevingston o Legacy (siempre atado sobre los hombros) y zapatos náuticos marca Boating.
"Soy Carlos. Estuve en tu casa, me echaron como un perro de la bodega, vos donde estas? Llamame".
Me parte el corazón. Ay, me lo parte.
Retomamos esta sección de Persiana Americana, en la que voy a comentar sobre nuevos discos de música que vaya comprando.
En el día de hoy, voy a opinar sobre It Is Time for a Love Revolution, el último disco de Lenny Kravitz, que compré hoy por la mañana. Luego de escucharlo, debo confesar que este último trabajo se encuentra un escalón por debajo a los últimos discos, como Lenny o Baptism, pero no por ello deja de ser un buen material.
Pasando al aspecto musical del disco, me parece que It Is Time for a Love Revolution es un clásico trabajo de Lenny Kravitz, que combina un poco de rock, funk y soul, entre otros géneros, destacándose un par de temas como Love Love Love o Dancin’ Til Dawn.
Sin embargo, el toque negativo de este álbum en comparación con los anteriores, es que la mayoría de los temas, como I'll Be Waiting, I Love the Rain o A Long and Sad Goodbye tienen un aire demasiado triste y melancólico para mi gusto.
En resumen, It Is Time for a Love Revolution es un buen disco, con algunos temas bastante intensos y gran parte de baladas tristonas. De todas formas, y sabiendo del enorme talento de Lenny para el rock, le pedimos que en su próximo trabajo retorne a su versión más rockera.
En esta segunda entrega de las recetas de Persiana Americana, entraremos en el amplio y delicioso mundo del alcohol, que siempre tiene diversas formas de sorprendernos.
Ingredientes:
Una jarrita de café irlandés (yo uso las jarritas especiales de café irlandés, pero se puede usar una taza común)
Dos cucharadas de crema
Cuatro cucharadas de whisky
Cuatro cucharaditas de azúcar
Una tableta de chocolate (para rallar)
Preparación:
Se vierte el café negro caliente en la jarrita para café irlandés. Ahí mismo, se echan las cuatro cucharadas de whisky irlandés (a mí me gusta el Jameson, pero esto es algo netamente personal) y las dos cucharadas de crema de leche batida.
Luego, se vierten las cuatro cucharaditas de azúcar. Por último, se espolvorea el chocolate ralladito por sobre la crema, para darle un toque de distinción.
Una vez que ya tenemos todo listo, sólo queda compartirlo con alguna chica que sepa apreciar esta bebida mientras se disfruta de una buena charla.
Recomendación: no cometan en el error de mezclar toda la preparación. El café se toma a través de la crema, para disfrutar del contraste de sabores entre ambos ingredientes.
Aclaración: no me vengan con que se puede reemplazar el auténtico sabor de un buen whisky irlandés y de la crema, por el clásico licor Baileys. O sea, no voy a negar que es rico, pero nunca va a tener el mismo sabor.
Este sábado vamos con algunos buenos videos musicales que hayan sido incluidos en algún soundtrack (o sea, banda de sonido) de alguna película determinada.
Para empezar, Misirlou, un tema del soundtrack de Pulp Fiction, la mejor película de todos los tiempos.
Seguimos con Born Slippy Nuxx, el tema de apertura de otra gran película como Trainspotting.
Por último, un fragmento de poca calidad de Rock and Roll Part 2, una canción de la banda de sonido de una muy buena película como Reality Bites.
Así como sólo los médicos pueden autorizar la venta de ciertos medicamentos especiales, propongo que sólo los abogados puedan (o podamos) autorizar la venta de trajes.
¿O sea, qué es toda esta porquería? ¿Desde cuándo cualquier pelafustán puede vestirse formalmente? Basta ya.
Anoche, enganché el final de “300” por HBO. Pese a que la tengo en DVD y que la he visto un par de veces, no pude resistirme a volver a verla y a publicar mi crítica.
La película es sin duda, una de las mejores adaptaciones posibles que se pueden hacer de un cómic. La trama, que contiene un relato histórico muy interesante, está muy bien lograda.
La historia, trata básicamente acerca de la vida de Leonidas, rey de Esparta, quien tiene la misión de defender a su país del ataque persa comandado por el rey Jerjes. Esto se origina, ya que Leonidas recibe la visita de un emisario persa quien le comunica que Esparta debía pagarle un tributo al rey persa Jerjes, y a cambio de esto, su ejército no los atacaría.
Leonidas no acepta esto y decide declararle la guerra al imperio persa, pero antes de hacerlo decide consultar al oráculo para conocer su opinión. Allí, es advertido de no ir a la guerra contra Persia ya que sería imposible para Esparta ganar. Sin embargo, Leonidas no escucha los consejos del oráculo y decide combatir igual, y para ello busca a sus 300 mejores hombres para defender el Paso de las Termópilas, ya que esa era la única forma que tendrían de hacerle frente al numeroso ejército persa.
Una vez allí, comienza una feroz lucha entre ambos ejércitos, y grupo tras grupo de soldados persas (incluidos los supuestamente invencibles Inmortales) iban cayendo frente al enorme coraje y a la inteligencia de los soldados espartanos. En ese momento, un espartano deformado ofrece su ayuda al ejército de Leonidas, pero debido a su condición física, es rechazado. Por ello, visita al rey Jerjes y a cambio de mujeres y dinero, le dice cual es el único camino posible para rodear y derrotar al ejército espartano.
Finalmente, y con esta información el ejército de Jerjes rodea y aniquila por completo al ejército de Leonidas con una lluvia de flechas para posteriormente, avanzar hacia Esparta donde se encuentran con un grupo más numeroso de soldados que inspirados en el coraje y la valentía de los 300 soldados consiguen defender a Esparta.
En resumen, una de las mejores películas de los últimos años. Si les gusta el cine de cómic, es obligatorio que esta película esté en sus videotecas.
Volvemos con esta clásica sección de Persiana Americana, para debatir sobre ciertos temas que seguramente, han sido discutidos por la mayoría de la gente.
La discusión de la fecha es sobre un tema frecuente al momento de saber que hora es (o que horas son, como diría Manu Chao). Yo creo que la mayoría de las personas decimos que son las 8 (ya sea de la mañana o de la noche), pero parece que no es tan así, ya que hay gran cantidad de gente que opta por decir que son las 8 o las 20, respectivamente.
Por eso les pregunto: al momento de decir la hora, ¿las 8 o las 20?
Confesión: creo que esta es la discusión más chota que se me ha ocurrido hasta el momento.
Algo que me intriga muchísimo es saber si la gente que escucha cumbia o reggaeton lo hace de manera culposa o saben que está mal.
Pregunto esto ya que debe ser una de esas cosas que se hacen pero que internamente se sabe que no es bueno, como fumar, tomar alcohol en exceso o consumir drogas.
Este sábado continuamos innovando con la idea del sábado pasado, y por eso vamos con algunos videos que tengan un toque oriental, como para seguir internacionalizando al blog.
Empezamos con un video muy gracioso de un programa de televisión japonés, con una versión de la canción We are the world.
Seguimos con un fragmento de una película japonesa muy buena de Takeshi Kitano, como es Boiling Point.
Y para cerrar, una visión occidental acerca de la cultura oriental con un fragmento de otra gran película, como es Lost in Translation.
Retomamos esta sección de Persiana Americana, en la que voy a develar ciertos temas de la vida cotidiana, de los que seguramente mucha gente no está informada.
Esta vez vamos a develar que la conocida canción de Virus, Una luna de miel en la mano, no hace referencia a ninguna relación amorosa de algún integrante de la banda, sino que es un claro homenaje a la masturbación masculina.
¿Qué creían que quería decir la canción con “caramelos de miel entre tus manos, te prometo una cita ideal, adorando la vitalidad”?
Inauguramos esta nueva sección de Persiana Americana, bastante similar al actual segmento de Parecidos, pero con la diferencia que en esta sección, no será necesario que alguno de los personajes, sea alguien ligado al deporte.
Para comenzar, acá están Nicolas Cage, pésimo actor norteamericano, y Clive Owen, gran actor inglés.
Para mí, estos dos actores, son realmente parecidos.
Retomamos esta sección de Persiana Americana, en esta oportunidad para opinar sobre un tema que seguramente, ha sido debatido gran cantidad de veces por la mayoría de ustedes, a la hora de tomar una rica bebida calentita.
Por eso, la encuesta de hoy es referida a una discusión respecto a dos clásicas infusiones, café y té. Por eso les pregunto: ¿cuál de estas infusiones eligen? Yo sin dudarlo, prefiero tomar un rico cafecito.
Capítulo II - Del diario de Jonathan Harker (continuación).
5 de mayo. Debo haber estado dormido, pues es seguro que si hubiese estado plenamente despierto habría notado que nos acercábamos a tan extraordinario lugar. En la oscuridad, el patio parecía ser de considerable tamaño, y como de él partían varios corredores negros de grandes arcos redondos, quizá parecía ser más grande de lo que era en realidad. Todavía no he tenido la oportunidad de verlo a la luz del día.
Cuando se detuvo la calesa, el cochero saltó y me ofreció la mano para ayudarme a descender. Una vez más, pude comprobar su prodigiosa fuerza. Su mano prácticamente parecía una prensa de acero que hubiera podido estrujar la mía si lo hubiese querido. Luego bajó mis cosas y las colocó en el suelo a mi lado, mientras yo permanecía cerca de la gran puerta, vieja y tachonada de grandes clavos de hierro, acondicionada en un zaguán de piedra maciza. Aun en aquella tenue luz pude ver que la piedra estaba profusamente esculpida, pero que las esculturas habían sido desgastadas por el tiempo y las lluvias. Mientras yo permanecía en pie, el cochero saltó otra vez a su asiento y agitó las riendas; los caballos iniciaron la marcha, y desaparecieron debajo de una de aquellas negras aberturas con coche y todo.
Permanecí en silencio donde estaba, porque realmente no sabía que hacer. No había señales de ninguna campana ni aldaba, y a través de aquellas ceñudas paredes y oscuras ventanas lo más probable era que mi voz no alcanzara a penetrar. El tiempo que esperé me pareció infinito, y sentí cómo las dudas y los temores me asaltaban. ¿A qué clase de lugar había llegado, y entre qué clase de gente me encontraba? ¿En qué clase de lúgubre aventura me había embarcado? ¿Era aquél un incidente normal en la vida de un empleado del procurador enviado a explicar la compra de una propiedad en Londres a un extranjero? ¡Empleado del procurador! A Mina no le gustaría eso. Mejor procurador, pues justamente antes de abandonar Londres recibía la noticia de que mi examen había sido aprobado; ¡de tal modo que ahora yo ya era un procurador hecho y derecho!
Comencé a frotarme los ojos y a pellizcarme, para ver si estaba despierto. Todo me parecía como una horrible pesadilla, y esperaba despertar de pronto encontrándome en mi casa con la aurora luchando a través de las ventanas, tal como ya me había sucedido en otras ocasiones después de trabajar demasiado el día anterior. Pero mi carne respondió a la prueba del pellizco, y mis ojos no se dejaban engañar. Era indudable que estaba despierto y en los Cárpatos. Todo lo que podía hacer era tener paciencia y esperar a que llegara la aurora.
En cuanto llegué a esta conclusión escuché pesados pasos que se acercaban detrás de la gran puerta, y vi a través de las hendiduras el brillo de una luz que se acercaba. Se escuchó el ruido de cadenas que golpeaban y el chirrido de pesados cerrojos que se corrían. Una llave giró haciendo el conocido ruido producido por el largo desuso, y la inmensa puerta se abrió hacia adentro. En ella apareció un hombre alto, ya viejo, nítidamente afeitado, a excepción de un largo bigote blanco, y vestido de negro de la cabeza a los pies, sin ninguna mancha de color en ninguna parte. Tenía en la mano una antigua lámpara de plata, en la cual la llama se quemaba sin globo ni protección de ninguna clase, lanzando largas y ondulosas sombras al fluctuar por la corriente de la puerta abierta. El anciano me hizo un ademán con su mano derecha, haciendo un gesto cortés y hablando en excelente inglés, aunque con una entonación extraña:
-Bienvenido a mi casa. ¡Entre con libertad y por su propia voluntad!
No hizo ningún movimiento para acercárseme, sino que permaneció inmóvil como una estatua, como si su gesto de bienvenida lo hubiese fijado en piedra. Sin embargo, en el instante en que traspuse el umbral de la puerta, dio un paso impulsivamente hacia adelante y, extendiendo la mano, sujetó la mía con una fuerza que me hizo retroceder, un efecto que no fue aminorado por el hecho de que parecía fría como el hielo; de que parecía más la mano de un muerto que de un hombre vivo. Dijo otra vez:
-Bienvenido a mi casa. Venga libremente, váyase a salvo, y deje algo de la alegría que trae consigo.
La fuerza del apretón de mano era tan parecida a la que yo había notado en el cochero, cuyo rostro no había podido ver, que por un momento dudé si no se trataba de la misma persona a quien le estaba hablando; así es que para asegurarme, le pregunté:
-¿El conde Drácula?
Se inclinó cortésmente al responderme.
-Yo soy Drácula; y le doy mi bienvenida, señor Harker, en mi casa. Pase; el aire de la noche está frío, y seguramente usted necesita comer y descansar. Mientras hablaba, puso la lámpara sobre un soporte en la pared, y saliendo, tomó mi equipaje; lo tomó antes de que yo pudiese evitarlo. Yo protesté, pero él insistió:
-No, señor; usted es mi huésped. Ya es tarde, y mis sirvientes no están a mano. Deje que yo mismo me preocupe por su comodidad.
Insistió en llevar mis cosas a lo largo del corredor y luego por unas grandes escaleras de caracol, y a través de otro largo corredor en cuyo piso de piedra nuestras pisadas resonaban fuertemente. Al final de él abrió de golpe una pesada puerta, y yo tuve el regocijo de ver un cuarto muy bien alumbrado en el cual estaba servida una mesa para la cena, y en cuya chimenea un gran fuego de leños, seguramente recién llevados, lanzaba destellantes llamas.
El conde se detuvo, puso mis maletas en el suelo, cerró la puerta y, cruzando el cuarto, abrió otra puerta que daba a un pequeño cuarto octogonal alumbrado con una simple lámpara, y que a primera vista no parecía tener ninguna ventana. Pasando a través de éste, abrió todavía otra puerta y me hizo señas para que pasara. Era una vista agradable, pues allí había un gran dormitorio muy bien alumbrado y calentado con el fuego de otro hogar, que también acababa de ser encendido, pues los leños de encima todavía estaban frescos y enviaban un hueco chisporroteo a través de la amplia chimenea. El propio conde dejó mi equipaje adentro y se retiró, diciendo antes de cerrar la puerta:
-Necesitará, después de su viaje, refrescarse un poco y arreglar sus cosas. Espero que encuentre todo lo que desee. Cuando termine venga al otro cuarto, donde encontrará su cena preparada.
La luz y el calor de la cortés bienvenida que me dispensó el conde parecieron disipar todas mis antiguas dudas y temores. Entonces, habiendo alcanzado nuevamente mi estado normal, descubrí que estaba medio muerto de hambre, así es que me arreglé lo más rápidamente posible y entré en la otra habitación. Encontré que la cena ya estaba servida. Mi anfitrión estaba en pie al lado de la gran fogata, reclinado contra la chimenea de piedra; hizo un gracioso movimiento con la mano, señalando la mesa, y dijo:
-Le ruego que se siente y cene como mejor le plazca. Espero que usted me excuse por no acompañarlo; pero es que yo ya comí, y generalmente no ceno.
Le entregué la carta sellada que el señor Hawkins me había encargado. Él la abrió y la leyó seriamente; luego, con una encantadora sonrisa, me la dio para que yo la leyera. Por lo menos un pasaje de ella me proporcionó gran placer: "Lamento que un ataque de gota, enfermedad de la cual estoy constantemente sufriendo, me haga absolutamente imposible efectuar cualquier viaje por algún tiempo; pero me alegra decirle que puedo enviarle un sustituto eficiente, una persona en la cual tengo la más completa confianza. Es un hombre joven, lleno de energía y de talento, y de gran ánimo y disposición. Es discreto y silencioso, y ha crecido y madurado a mi servicio. Estará preparado para atenderlo cuando usted guste durante su estancia en esa ciudad, y tomará instrucciones de usted en todos los asuntos".
El propio conde se acercó a mí y quitó la tapa del plato, y de inmediato ataqué un excelente pollo asado. Esto, con algo de queso y ensalada, y una botella de Tokay añejo, del cual bebí dos vasos, fue mi cena. Durante el tiempo que estuve comiendo el conde me hizo muchas preguntas acerca de mi viaje, y yo le comuniqué todo lo que había experimentado.
Para ese tiempo ya había terminado la cena, y por indicación de mi anfitrión había acercado una silla al fuego y había comenzado a fumar un cigarro que él me había ofrecido al mismo tiempo que se excusaba por no fumar. Así tuve oportunidad de observarlo, y percibí que tenía una fisonomía de rasgos muy acentuados.
Su cara era fuerte, muy fuerte, aguileña, con un puente muy marcado sobre la fina nariz y las ventanas de ella peculiarmente arqueadas; con una frente alta y despejada, y el pelo gris que le crecía escasamente alrededor de las sienes, pero profusamente en otras partes. Sus cejas eran muy espesas, casi se encontraban en el entrecejo, y con un pelo tan abundante que parecía encresparse por su misma profusión.
La boca, por lo que podía ver de ella bajo el tupido bigote, era fina y tenía una apariencia más bien cruel, con unos dientes blancos peculiarmente agudos; éstos sobresalían sobre los labios, cuya notable rudeza mostraba una singular vitalidad en un hombre de su edad. En cuanto a lo demás, sus orejas eran pálidas y extremadamente puntiagudas en la parte superior; el mentón era amplio y fuerte, y las mejillas firmes, aunque delgadas. La tez era de una palidez extraordinaria.
Entre tanto, había notado los dorsos de sus manos mientras descansaban sobre sus rodillas a la luz del fuego, y me habían parecido bastante blancas y finas; pero viéndolas más de cerca, no pude evitar notar que eran bastante toscas, anchas y con dedos rechonchos. Cosa rara, tenían pelos en el centro de la palma. Las uñas eran largas y finas, y recortadas en aguda punta. Cuando el conde se inclinó hacia mí y una de sus manos me tocó, no pude reprimir un escalofrío. Pudo haber sido su aliento, que era fétido, pero lo cierto es que una terrible sensación de náusea se apoderó de mí, la cual, a pesar del esfuerzo que hice, no pude reprimir. Evidentemente, el conde, notándola, se retiró, y con una sonrisa un tanto lúgubre, que mostró más que hasta entonces sus protuberantes dientes, se sentó otra vez en su propio lado frente a la chimenea. Los dos permanecimos silenciosos unos instantes, y cuando miró hacia la ventana vi los primeros débiles fulgores de la aurora, que se acercaba. Una extraña quietud parecía envolverlo todo; pero al escuchar más atentamente, pude oír, como si proviniera del valle situado más abajo, el aullido de muchos lobos. Los ojos del conde destellaron, y dijo:
-Escúchelos. Los hijos de la noche. ¡Qué música la que entonan!
Pero viendo, supongo, alguna extraña expresión en mi rostro, se apresuró a agregar:
-¡Ah, sir! Ustedes los habitantes de la ciudad no pueden penetrar en los sentimientos de un cazador.
Luego se incorporó, y dijo:
-Pero la verdad es que usted debe estar cansado. Su alcoba esta preparada, y mañana podrá dormir tanto como desee. Estaré ausente hasta el atardecer, así que ¡duerma bien, y dulces sueños!
Con una cortés inclinación, él mismo me abrió la puerta que comunicaba con el cuarto octogonal, y entró en mi dormitorio.
Estoy desconcertado. Dudo, temo, pienso cosas extrañas, y yo mismo no me atrevo a confesarme a mi propia alma. ¡Que Dios me proteja, aunque sólo sea por amor a mis seres queridos!
Este sábado vamos a innovar y por eso vamos con un par de videos de artistas europeos como para darle un toque internacional al blog.
Empezamos con una canción de Rammstein, una buena banda alemana, con el tema Du Hast.
Continuamos con un fragmento de una sitcom inglesa muy buena, como es Blackadder.
Y para cerrar, los dejo en compañía de algunos fragmentos de una gran película francesa, como es Amelie.
Seguimos con esta sección de Persiana Americana, en la que voy a comentar ciertas cosas personales que son comunes en mi vida cotidiana.
La confesión que voy a realizar en el día de hoy, es que nunca he podido usar zapatillas sin medias, ya que me resulta bastante incómodo.
Retomamos la sección de Parecidos de personajes ligados al deporte.
Este mes vamos con Alfonso Prat Gay, economista argentino y ex presidente del Banco Central, y Danilo Gerlo, defensor de River.
No se cuanto se parezcan, pero yo los encuentro muy parecidos.
No importa cuan temprano salgas de tu casa, siempre el colectivo que esperás va a pasar unos segundos antes que llegues a la parada.
Como mañana se juega una nueva edición del superclásico del fútbol argentino, y tratando que no se repita la mala experiencia de la vez anterior, hoy vamos con algunos de videos de buenos momentos de Boca contra River, jugando como local en la Bombonera.
Empezamos con el partido correspondiente al Clausura 2003, con los recordados goles de Guillermo para empatar 2 a 2 un partido que se tornaba difícil.
Seguimos con la última victoria de Boca en la Bombonera por el torneo local, en el Clausura 2005 por 2 a 1, con goles de Guillermo y Delgado.
Finalmente, el último partido de Boca como local en el Clausura 2007, con un empate 1 a 1, con gol de Ledesma.
Volvemos con esta sección de Persiana Americana, en la que aprovecho para criticar ciertos aspectos de la vida diaria, que suelen ser bastante incómodos.
Esta vez voy a referirme a un tema común, a la hora de utilizar el servicio de correo electrónico. Me irritan profundamente las personas que utilizan en su e-mail algún guión bajo, cosa que me parece lo menos en una dirección de correo electrónico.
Tener que ver ese tipo de cosas, me pone bastante irascible y hace que me de paja escribirles, no sé porqué.
