martes, septiembre 02, 2008

"Los Borgia", de Mario Puzo

Libro II - Capítulo IV. El asesinato del duque de Gandia.

El 14 de junio de 1497, la víspera de Cesare y la salida de Giovanni Borgia para Nápoles, su madre Vannozza les dio una cena de despedida en su viñedo hermoso en Trastevere. Además de los dos invitados de honor varios otros parientes y amigos estaban presentes, entre quien eran el Cardinal de Monreale y Giuffredo jóven Borgia. Ellos permanecieron en la cena hasta una hora avanzada de la noche, cuando Cesare y Giovanni tomaron su salida, asistida sólo por unos criados y un hombre misterioso en una máscara, quien había venido a Giovanni mientras él estaba en la mesa, y el que casi cada día para aproximadamente un mes había estado en el hábito de la visita a él en Vaticano.

Los hermanos y estos asistentes montaron juntos en Roma y por lo que el palacio del Rector Ascanio Sforza en el Cuarto Ponte. Aquí Giovanni dibujó la rienda, e informó a Cesare que él no volvería a Vaticano solamente aún, como él primero "iba en otra parte a divertirse". Con esto él tomó su permiso de Cesare, y, con una excepción sola - además del hombre en la máscara - despidieron a sus criados. El éste siguió su camino de vuelta con el cardinal, mientras el Duque, tomando al hombre en la máscara sobre el crupper de su caballo y siguió a su asistente solo, girado y se largó en la dirección del cuarto judío.

Por la mañana esto fue encontrado que Giovanni aún no había vuelto, y sus criados difíciles informaron al Papa de su ausencia y de las circunstancias de ello. El Papa, sin embargo, nada fue alarmado. Explicando la ausencia de su hijo de manera tan obviamente sugerido por las palabras de partida de Giovanni a Cesare en la noche anterior, él asumió que el Duque alegre joven estaba sobre una visita a alguna señora satisfecha y que en este momento él volvería.

Más adelante, sin embargo, las noticias fueron traídas que su caballo había sido encontrado flojo en las calles, en la vecindad del Cardinal del palacio de Parma, con sólo un cuero estribo, el otro claramente teniendo el corte de la silla, y, al mismo tiempo, esto fue relacionado que el criado quien lo había acompañado después de que él se había separado del resto había sido encontrado al amanecer en el Piazza della Giudecca mortalmente herido y más allá del discurso, expirando pronto después de su retiro a una casa vecina.

La extensión despertadora por Vaticano, y el Papa deseoso ordenó preguntas ser hecha en cada cuarto donde era posible que algo pudiera ser aprendido. Estaba en la respuesta a estas preguntas con el que un barquero del Schiavoni - un Giorgio de nombre - avanzó la historia de que él había visto en la noche del miércoles. Él había pasado la noche a bordo su barco, en guardia sobre la madera de la que ella fue cargada. Ella fue amarrada a lo largo del banco que corre del Puente de Sant' Angelo a la Iglesia de Santa Maria Nuova.

Él relacionó esto en sobre la quinta hora de la noche, justo antes del amanecer, él había visto a dos hombres surgir de la calle estrecha junto al Hospital de Girolamo San, y el soporte sobre el borde del río en el punto donde esto era habitual para los limpiadores de descargar su para rechazar carros en el agua. Estos hombres habían mirado con cuidado sobre, como si asegurarse que ellos no eran observados. No viendo a nadie en movimiento, ellos hicieron un signo, con lo cual un hombre bien montado sobre un hermoso caballo blanco, sus talones armados con espuelas de oro, montó a caballo de aquella misma calle estrecha. Detrás de él, sobre el crupper de su caballo, Giorgio contempló el cuerpo de un hombre, la cabeza que cuelga en una dirección y las piernas en el otro. Este cuerpo fue apoyado allí por dos otros hombres a pie, quien anduvieron de todos lados del jinete.

Llegado el borde del agua, ellos giraron los cuartos traseros del caballo al río; entonces, tomando el cuerpo entre ellos, dos de ellos lo balancearon bien de en la corriente. Después del chapoteo, Giorgio había oído al jinete preguntarse si ellos habían lanzado bien en el medio, y lo habían oído recibir la respuesta afirmativa - "Signor, Si". El jinete entonces sentó la exploración del rato superficial, y en este momento indicó una flotación de objeto oscura, que demostró ser la capa de su víctima. Los hombres lanzaron piedras en ello, y tan lo hundieron, con lo cual ellos dieron vuelta, y todos los cinco se marcharon como ellos habían venido.

Tal es la historia del barquero, como relacionado en el Diarium de Burchard. Cuando el Papa lo había oído, él preguntó al muchacho por qué él inmediatamente no había ido a dar el aviso de que él había atestiguado, al que este Giorgio contestó que, en su tiempo, él había visitado cien cuerpos lanzados en el Tiber sin alguna vez alguien preocupando para saber algo sobre ellos.

Esta historia y la ausencia continuada de Gandia lanzaron al Papa en un frenesí de aprehensión. Él ordenó la cama del río ser buscado el pie al pie. Algunos cientos de barqueros y pescadores consiguieron trabajar, y sobre aquella misma tarde el cuerpo del Duque funesto de Gandia fue criado en una de las redes. Él no sólo completamente fue vestido - como debía haber sido esperado de la historia de Giorgio - pero sus guantes y su monedero que contiene treinta ducats estaban todavía en su cinturón, como era su daga, la única arma la que él había llevado; las joyas sobre su persona, también, eran todo intactas, que lo hizo en abundancia despejarse aquel su asesinato no era el trabajo de ladrones.

Sus manos todavía eran atadas, y había de diez a catorce heridas sobre su cuerpo, además del que su garganta había sido cortada.

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